CÓSMOS Un Viaje Personal
Primero siento que mi deber es impregnar un poco este contenido, o sus
sucesivos soportes, con cierto temor y desconfianza manifestada por mí, con
respecto a la máquina con la cual trabajo. Cada carácter se traduce en un
titilante franjazo de la pantalla, lo
cual yo supongo que es normal siempre y cuando no sea visible, de esa manera
que a mí me parece un poco más que sensacionalista. Se me ocurre pensar que
computadores con una característica similar inundarán en breve los corredores y
despachos de los centros noticiosos y reporterales.
Carl Sagan
Por: ALBERTO CASTELLANOS
Bien, entrando en materia, ya
tranquilizado un poco por la ilusión despertada en mis sentidos de encontrarme
exagerando, provocada por la resuelta facilidad de una tonada que parece
checoslovaca (ventajas de la pre-posmodernidad tecnológica supongo), me preparo
a plantear lo que la experiencia del laboratorio retrospectivo del señor Sagan,
me dejara en el tintero mental con el suficiente encanto didáctico. Para emprender
este viaje, juzgo oportuno otro comentario medianamente cargado de conveniencia
documental, que me tropiezo la señalar que yo a Cosmos, por Carl Sagan, siempre
lo vi en blanco y negro, las últimas veces incluso había que adivinar un poco
la imagen, que se disipaba en el espacio cargado de estática o lo que fuera, de
la convexa a pantalla en mi octogenario televisor.
También era un programa doblado,
muy ajustado a la dignidad audiovisual según recuerdo que pensaba en ese
momento. Así que verlo en esa calidad visual que ha sido rescatada, incluso en
los Discovery Chanels más contemporáneos, ha repercutido en mis recuerdos de
una forma casi sensacional; también un poco irreal, por cierto, y quizá ello lo
explique la remasterización y otras cosas de esa naturaleza. La primera vez que
me pasó algo similar fue cuando vi Plaza Sésamo en colores. Me encontraba
entrado en años para mirar televisión solo por jovi, las responsabilidades me
habían atenazado los tobillos y, de pronto, ahí estaban esos muñecos tal vez
más bellos que nunca, pero, cómo decirlo, con algo menos de magia.
Lo otro que recuerdo y que es ya
un prejuicio académico, producto de tanto trasegar las inmediaciones del mundo
intelectual, puede ser explicado como una especie de resistencia metodológica;
lo que al lado de la fascinación natural que aún conservo por el programa y su
contenido científico altamente especulativo, enriquece, creo, la visión
discursiva que mis sentidos tienen con respecto de la propuesta del señor
Sagan. Por un lado está la carga ideológica que “se encuentra” permanentemente expuesta
a todo lo largo del discurso, por otro, la visualización casi lineal de eso que
podríamos considerar la Historia, como disciplina, y por otro, la facilidad
discursiva y lógica; el sencillo encanto pretendido y logrado, el desarrollado
ensamble argumental en clave visionaria, cuando no visionadora.
También me resultó familiar
encontrarme distinguiendo un poco de (y aquí si se me permitiera aventurarme en
un exiguo distraimiento, o bastante más
allá quizás, este “comentario” se tornaría más distante de lo que cabe esperar),
un poco de agnosticismo científico, especialmente consagrado en la frase somos polvo de estrellas, o nosotros somos la forma que el Cosmos ha encontrado
de contemplarse a sí mismo. Una bellísima metáfora poética por cierto, que
yo suelo y he solido disfrutar en muchos momentos, aunque más como una forma de
impresionar y seducir, y tal vez con el placer de oírme hablar en medio de una
ceñida concurrencia, que otra cosa de carácter más universal o proactivista.
Aun así, creo que lo mismo que
ahora, ya que en su momento fue de una pertinencia ineludible y también, en su
momento más que ahora, un producto y un acto de subversión que tal vez,
planteado en términos no estrictamente positivistas, cientificistas, aunque sí
muy racionales, humanísticos a decir
verdad, a través de la legitimación experimental y un poco de meditación
filosófica, haya encontrado efectivamente la vigencia inquebrantable de un maravilloso
viaje personal. Un pequeño homenaje a una de las iniciativas más provechosas de
ese gran pensador, que por cierto, sabía expresarse con sospechosa claridad.
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